Con su habitual y recurrente ironía cruel producto de las dos guerras mundiales vividas, su tendencia a elevar el sexo a categoría esencial en el comportamiento general del ser humano derivada de su afición a Freud, y su desprecio de los sistemas políticos de gobierno como buen anarquista, Huxley nos presenta de nuevo un mundo destrozado por el hombre en su incongruente afán destructivo.

En esta novela Huxley nos muestra una nueva distopía. A través del recurso de presentarnos un guión cinematográfico que supuestamente encontró alguien, nos transporta a un mundo no imaginario, si no aquí en la Tierra en el año 2108, devastado por una IIIGM y degenerado por las consecuencias funestas de ésta. Un planeta completamente devastado, sin apenas seres vivos sobrevivientes a la radiación nuclear, y dominado por seres humanos corrompidos y mutantes, mucho peores que animales salvajes, que adoran a Lucifer (con toda lógica por cierto) y viven esclavizados por la clase sacerdotal de este culto.
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