“El derecho a desafiarlo todo. La vida de Paul Gauguin”, de Jorge Ferraro


Jorge Ferraro está convencido de que, para captar la esencia de un personaje en toda su plenitud, hay que seguir su desarrollo evolutivo desde niño. Así, de su mano vamos acompañando a este increíble pintor de vida audaz desde su más tierna infancia.

¿Fue Paul Gauguin un provocador, un loco o un genio? ¿Fue un vividor egoísta o un incomprendido? ¿Tuvo mala suerte o lo que cosechó? ¿Se puede considerar mala suerte a vivir pasando penalidades por decidir dedicar tu vida a tu pasión y ser recordado por ello en la Historia?

Después de leer la novela puedo decir que “conozco” a Paul, cómo fue, cómo vivió, por lo que pasó, qué le hizo feliz y qué y quiénes le hicieron sufrir, y también a quiénes hizo sufrir él, a quién amó, y quién le amó.

Diferentes países, distintas profesiones, diversos amores y amoríos, experiencias increíbles, triunfos y decepciones, éxito y amargura, riqueza y pobreza componen el cuadro de su vida que, pincelada tras pincelada, nos va mostrando Ferraro.

Como suele suceder con los personajes de Ferraro, al ser tan intensos, tan reales, con virtudes y defectos tan comunes, algunos te caen bien, a unos les comprendes y con otros te identificas. Porque consigue que por momentos creas que estás dentro de la historia, escuchando sus conversaciones, admirando sus obras, mirando como por una rendija sus momentos más íntimos. Leer más...

"Latidos de África", de Antonio Picazo


Lo primero que le diría a Picazo es que cuando sales a la calle en un país extranjero, máxime si no dominas el idioma del lugar, nunca debes llevar metidos en la misma bolsa todo el dinero y toda la documentación personal y de viaje. Debes salir con el dinero que consideres imprescindible, y con un justificante del responsable del hotel en el que se indique que estás correctamente registrado y guardas tu documentación, en regla, en la caja fuerte. Pero es que Picazo no es un turista normal, ni siquiera es un viajero normal, y hasta diría que no es un escritor normal; él es él, un mundo aparte que nos habla de otros mundos.

En la línea habitual de su narrativa cáustica e irónica, tremendamente divertida siempre que no seas el blanco de sus puyas, o tal vez aún así, Picazo nos narra en este libro una historia de aventuras, una aventura de historias, una realidad palpitante y serena. Con finas pinceladas de su humor, ácido, nos dibuja un continente tan lejano como misterioso, haciendo que resulte cercano y comprensible. Nos presenta un África atrayente en su compleja simplicidad, desconocida, alejada de la información que podemos encontrar en los documentales o en los folletos de turismo, seria y risible, muy pobre y también muy rica. Mediante el humor, nos acerca a otras culturas, a las costumbres y vivencias de otros pueblos y, aunque casi pareciera que habla de otro mundo, como digo, consigue que el lector lo sienta cercano. Leer más...

Qumràm, de Eliette Abecassis

Escogí “Qumràm” porque siempre me ha llamado mucho la atención el tema de los manuscritos del Mar Muerto; en realidad, todo lo referente a las diferentes religiones, mitos y leyendas que el hombre ha inventado para poder soportar la certeza de su muerte y para dar sentido a aquello que teme, me han interesado siempre. El supuesto ocultismo que se achaca a la Iglesia Católica (que adquiere sentido dado su inmenso poder a lo largo de la historia y el hecho de continuar en la brecha tras incontables atrocidades) para con los temas que puedan hacer peligrar su hegemonía, aumenta mi interés.

Pero la escogí pensando que se trataba de una novela, y aunque en teoría lo es, si me preguntan a mí, diría que es una especie de ensayo novelado, por cierto infumable, cargado de erudición y florituras lingüísticas, al servicio de una fe.

La autora, Eliette Abecassis, cuenta que para ésta su primera novela se inspiró en “El nombre de la rosa”, de Umberto Eco; y, si bien ese libro me ha parecido siempre una verdadera obra de arte indispensable, Umberto Eco me resulta insoportable y soporífero en cualquier de sus otras obras, por lo que bien pudiera ser cierto que se inspiró en él.

Memorias de un reporter en tiempos de Cristo, de Carlos María de Heredia


Me encontré con este libro por casualidad, mientras rebuscaba entre las estanterías de mi librería preferida de libros antiguos y de segunda mano. Me llamó la atención su lomo, de color gris con letras plateadas, y aspecto antiguo pero bien conservado. Al leer el título pensé que sería un buen regalo para alguien a quien amo, que es periodista y que, siendo agnóstico o tal vez incluso ateo, está sin embargo íntimamente relacionado, de algún modo, con la leyenda Mariana. Hojeé por encima sus páginas, miré el precio y me decidí a sumarlo a mi cesta.

El autor, Carlos María de Heredia, hijo de un personaje rico en influyente en su época y su sociedad, nació en Méjico en 1872 y murió en la misma ciudad en 1951. Se ordenó jesuita y dedicó gran parte de su vida al estudio de la figura de Jesucristo, así como a desenmascarar los fraudes del espiritismo. A lo largo de su vida escribió alguna novela más, también poco conocidas al menos en este lado del charco, y colaboró con distintas revistas y periódicos redactando artículos.

Me parece un dato a destacar el hecho de que este hombre, que fue un gran perseguidor del espiritismo, un escéptico de los asuntos paranormales, creyera sin embargo firmemente en los milagros, en la Santísima Trinidad, en el cielo y en el infierno. No deja de ser curiosa la forma en que una mente inteligente diferencia entre un tipo de creencias y otras.

Cuando empecé a leer esta novela, como suele hacer nuestra mente, que siempre busca referencias comparativas, me vino a la cabeza la serie de J.J. Benítez titulada “Caballo de Troya”; naturalmente no es igual, de hecho no hay comparación más allá de la temática, pero algo me dice que J.J. leyó este libro antes de escribir su famosa saga. En ésta, sin embargo, el autor se cuida muy mucho de diferenciar lo que es ficción de lo que no, por lo menos para él (porque lógicamente sus creencias aparecen como verdades absolutas).

El quinto día, de Frank Schätzing


Si no fuera porque le sobran 669 de sus 969 páginas, porque los personajes son flojos, porque tiene más paja que un cobertizo, y porque el final es una bazofia pseudo-científico-estúpida sería una buena novela. Quiero decir que el tema prometía y, de haberlo llevado a cabo de otra manera, podría haber salido algo bueno.

Las ballenas se vuelven asesinas, los delfines creo recordar que también, las medusas son mortíferas compañeras de agua, los cangrejos se inmolan por contagiar a las poblaciones costeras con no sé qué virus letal para el ser humano, los tsunamis no dan un respiro, los maremotos parece que le han cogido el gustillo a eso de aparecer por sorpresa, y hasta los peces comestibles han cogido mal sabor y si te descuidas te insultan. Pero eso no es lo peor, no sé qué coño pasa en el fondo marino, que la tierra va a ser engullida por el mar (o algo así, estaba tan hastiada que, la verdad, no presté mucha atención a las tonterías múltiples). Ante semejante desastre ecológico, unos científicos se ponen manos a la obra para intentar descubrir por qué los elementos y la fauna y flora marinos se están volviendo contra la humanidad, atacando a los seres humanos y devastando sus ciudades costeras.
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Una leyenda celta, de Juilene Osborne-Mcnight


En el siglo V Magonus Succatus Patricius, a quien los irlandeses laman Padraig por más que insiste en que odia ese nombre, vuelve a Irlanda con mucho resentimiento y amargura en su corazón pues pasó allí seis años de su vida como esclavo. Sin embargo, regresa porque una voz interior, que él atribuye a la voz de Dios, así se lo ordena. Detesta a ese pueblo al que considera bárbaro y seguidor de costumbres e ídolos paganos, y al que no entiende y que tampoco le comprende a él. No obstante, por su fe y su amor a Dios, crea una abadía a la que se unen unos pocos seguidores, con la esperanza de que Dios le conceda regresar algún día a su patria.

Un día él y sus cofrades ven aparecer a un jinete que en la distancia se ve joven y hermoso, pero cuando éste desmonta y se acercan a él, se percatan de que es un anciano. El viejo, sorprendido de que se dirijan a él como a un abuelo, se presenta como Osián, hijo de Fionn Mac Cumhail, y bardo de los legendarios fennian, desaparecidos hace doscientos años.

Los misterios del lago asesino, de Robert Van Gulik


Este autor, versado orientalista, diplomático, músico de guqin y escritor, es conocido fundamentalmente por sus novelas sobre los casos del juez Di. Este juez, cuyo nombre completo era Di Yen-tsie, vivió en China entre los años 630 a 700, bajo la Dinastía Tang, y fue protagonista de la novela del siglo XVIII titulada "Casos celebrados del Juez Di", antes de ser protagonista de las novelas de Van Gulik.

En esta novela, como al parecer era habitual en la literatura policíaca china, mezcla tres historias que se entrelazan hábilmente según se va desarrollando el argumento.

Una cortesana llamada Flor de Almendro, muy apreciada por sus facultades como bailarina, es asesinada durante la celebración de una fiesta a bordo de un barco floral a la que el juez Di ha sido invitado. Por otra parte, un afamado y respetado ciudadano del distrito al que el juez ha sido asignado, llamado Liu Fei-po, presenta una denuncia contra su consuegro, Yang, porque por lo que parece, la misma noche del asesinato de la cortesana, su hija ha muerto en circunstancias sospechosas y su cuerpo ha sido trasladado en un féretro al templo budista antes de poder ser reconocido por el forense oficial por orden de éste. El consuegro a su vez denuncia que su hijo, y esposo de la supuestamente fallecida, también ha desaparecido. Por último, al ir a destapar el cadáver de la hija de Liu Fei-po, encuentran en su lugar el de un carpintero que realizó unos trabajos en casa del profesor Yang.

El secreto de Sofonisba, de Lorenzo de Médici


La acción se sitúa en el año 1624, cuando un todavía joven Anton Van Dyck, alumno de Rubens, está obsesionado por conocer a Sofonisba Anguissola, pintora de gran renombre en esa época en la que las mujeres estaban aún más relegadas que en ésta, y famosa además de por su arte por sus extraordinarias vivencias.

Anton le escribe solicitándole que le reciba, y ella accede. Cuando se produce el encuentro, entre él y Sofonisba, que es ya nonagenaria y está prácticamente ciega, se produce una espontánea corriente de simpatía que va creciendo hacia el afecto con las frecuentes visitas de éste a la anciana.


A lo largo de las entrevistas que mantienen ella le cuenta los episodios que va recordando de su vida; cómo y por qué dejó su casa y a su familia para irse a la corte española de Felipe II como dama de Isabel de Valois primero, y como educadora de sus hijos tras la muerte de la reina; los personajes famosos que conoció, como el genial Miguel Ángel; los pedidos que recibió, como un autorretrato que le solicitó el Papa Pío IV; las traiciones y trampas que sufrió. Responde a todas sus preguntas y le narra todo aquello que recuerda, excepto un secreto que ha guardado durante años, desde 1564.

El psicoanalista, de John Katzenbach

“[… Como muchas de las casadas con la pobreza, exhibían los harapos de la enfermedad mental de modo tan evidente como los cortes y cardenales de los malos tratos que recibían a diario. Lo había visto todo, desde la adicción hasta la esquizofrenia. Cuán impotente se había sentido. Había huido de vuelta a la clase media alta de donde procedía, donde la baja autoestima y los problemas que la acompañaban podían hablarse para lograr, si no su curación, sí su aceptación. …]“

El otro día, al salir del hospital, como siempre me di un paseo relajante hasta una de mis librerías favoritas, que gracias al cielo me pilla lejos de casa y sólo puedo visitar en las contadas ocasiones en que acudo al ambulatorio. Ya llevaba una buena pila de libros escogidos y cogí éste con bastantes reticencias, sabía que había oído o leído algo sobre él pero no conseguía recordar si bueno o malo y, como éxito de ventas que fue, me echaba un poco para atrás. La portada y el precio, 8€, me ayudaron a resolver la cuestión y lo agregué a la abultada compra. ¡Qué bien hice!

Es de esos libros con los que se disfruta leyendo, que te dejan un estupendo regusto al terminarlos y que, una vez cerrados, provocan una especie de apatía para coger algún otro porque quisieras poder repetir inmediatamente la experiencia recién vivida. Por eso, y teniendo en cuenta que comentar que un libro te ha gustado y por qué puede ser interpretado por algunos como un acto publicitario, y yo no estoy (de momento) en la nómina del departamento de publicidad de ningún escritor (escritores del mundo: ¡estoy abierta a proposiciones honestas!), me andaré con tiento a la hora de reseñarlo. ¡Qué coño, de eso nada, lo reseñaré tal como lo he vivido y sentido, hasta ahí podíamos llegar!
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Los crímenes de la Rosa Blanca, de Michael Clynes (seudónimo de Paul Doherty)

El autor de esta novela es Paul Doherty, aunque ésta concretamente aparece firmada bajo el seudónimo de “Michael Clynes”, uno de los varios que ha utilizado a lo largo de su carrera como escritor como, Paul Harding, C. L. Grace, Ann Dukthas y Anna Apostolou. Estudió durante tres años para dedicarse al sacerdocio católico, pero al final se decidió por historia y se dedicó a la enseñanza y la literatura.

Como Paul Doherty leí una obra de él que reseñé hace tiempo titulada “La máscara de Ra” que no me gustó mucho y de haber sabido que era el mismo probablemente no me habría arriesgado (es lo que tiene esto de los seudónimos, cambia el nombre pero el escritor y el estilo son los mismos). Sin embargo debo decir que habría cometido un error de prejuicio porque esta novela, sin ser buena lo que se dice buena, tampoco es mala lo que se dice mala, y está dentro de lo aceptable en el género. Me ha parecido entretenida, no me ha resultado pesada y algo he aprendido, y por lo tanto no me arrepiento de haberla leído.

La Sombra del Faraón, de Santiago Morata, por Jorge Ferraro


Paradójicamente, La sombra del Faraón echa luz sobre un ciclo caracterizado por la ausencia de información. Se trata de acontecimientos y pormenores del antiguo Egipto que, aunque en su momento fueron registrados, más adelante los mismos protagonistas se ocuparon de borrar.
Así lo aclara su autor, el excelente escritor español Santiago Morata, quien desde el comienzo de este, su segundo libro, nos mete de cabeza y "sin anestesia" en un fascinante escenario, mil trescientos años antes de Cristo, recreado con el color, la precisión y el realismo propio de las mejores novelas históricas.
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Fahrenheit 451, de Ray Bradbury

El título de esta novela que acabo de terminar de leer, y que se publicó por primera vez en 1953, hace referencia a la temperatura a la que arde el papel. Al parecer su autor la escribió con la intención de hacer una crítica a la censura de libros en Estados Unidos en los tiempos del senador McCarthy y a la quema de libros en la Alemania Nazi durante 1933. Sin embargo, pone los pelos de punta comprobar la semejanza de lo contado en este libro con el camino que lleva la realidad actual, cual si Bradbury hubiera sido, en vez de un escritor de ciencia ficción, un visionario al más puro estilo de Julio Verne.

El libro nos propone una distopía que, como digo, por desgracia en la actualidad podría considerarse casi como la próxima realidad hacia la que nos encaminamos. Nos presenta un mundo, a punto de entrar en guerra, en una guerra que sin saberlo quienes van a librarla será la última del mundo civilizado, dominado por los medios de comunicación y habitado por individuos asociales y violentos que han llegado a estar completamente alienados por el sistema y a quienes lo único que preocupa y produce bienestar es la televisión.

La Escriba, de Antonio Garrido

Estamos ante una novela perfectamente ambientada en la Alemania de la Edad Media. Si pensáis leerla disponeos a deambular entre abadías, aldeas, pueblos y ciudades antiguas, casonas pertenecientes a la nobleza y cuevas habitadas por fugitivos de la justicia, acompañados por monjes, nobles, escribas, herreros, campesinos, ladrones y marrulleros, porque talmente creeréis que estáis allí. Casi me parecía notar la suciedad y la roña propias de esos años en mis propias carnes.

La protagonista es una mujer y el autor un hombre. Tal vez por eso sea ése el punto más débil que le veo a esta novela en la que la “actriz principal”, que no encaja en los cánones de la época que le ha tocado vivir, sufre un sinfín de aventuras plagadas de peligro de las que él la salva con tierno paternalismo. Cierto es que si la hubieran violado en todas las ocasiones en que se ve amenazada por ese peligro me habría disgustado y dejado mal sabor de boca, como ocurre con las pelis de final triste, y que si la hubieran matado en la infinidad de situaciones en que se ve expuesta a ello la historia habría perdido su razón de ser, pero que hubiera salido un poquito peor parada alguna vez la habría dotado de mayor credibilidad y suspense.

Tierra Firme, de Matilde Asensi

Esta vez no ha sido mi tendencia masoquista a seguir comprando libros de esta escritora, que no termina de convencerme, la que me ha llevado a leer esta novela, sino que me la han traído los Reyes en casa de mamá. Nada más abrir el paquete y ver el título, mientras emitía los esperados gestos y comentarios de complacencia y agradecimiento, me encontré pensando que mira tú por dónde al final sí que me iba a leer otro libro suyo.

Y, para cumplir debidamente con la tarea que me he autoimpuesto de exponeros con sinceridad el poso que me dejan los libros que leo, antes de continuar debo reconocer que ésta es diferente a las demás suyas que he leído y algo mejor. El argumento es bastante más original que los de sus precedentes, la trama está mejor hilada, los personajes están mejor pincelados, los misterios y sus resoluciones son más creíbles, no aparecen por ninguna parte códices secretos ni organizaciones mundiales poderosas y destructivas, y el final no es apresurado ni fantástico. No obstante (jeje, me viene a la cabeza una peli en la que cada vez que el juez decía “no obstante” cambiaba la opción del acusado de inocente a condenado y viceversa, ¿cómo se llamaba?), como decía, no obstante, ni el argumento es original, ni la trama está del todo conseguida, ni los personajes tienen demasiada personalidad, ni los misterios y sus resoluciones son insólitos, ni el final es sorprendente. En fin, que mejoramos pero sin echar cohetes.

El quinto infierno. La vida de Lucio Cornelio Sila, de Jorge Ferraro

Novelón biográfico sobre la vida de Lucio Cornelio Sila, dividido en 3 libros distribuidos en 748 páginas con poco margen a los lados, arriba y abajo, apenas interlineado y letra tan diminuta (tamaño 9 de Times New Roman si no me equivoco) que ni con las gafas de lectura parecía aumentar, ¡casi nada! Sin embargo, no le quitaría ni una coma ni, por supuesto, una letra. Cuando lo cogí por primera vez, lo abrí y vi esa letra inhumana me pregunté con cierta desazón cuánto me costaría leerlo, ahora que lo suelto (sorprendentemente sólo dos semanas después y eso con todo el lío de las fiestas navideñas por medio) con cierta tristeza porque haya terminado, me doy cuenta que se me ha hecho corto.

Al principio me chocaron mucho los “argentinismos”, y así por ejemplo, que Sila se corriese al pasar una carreta cargada con palas, o que “[...] Desenredándose la cadena del cuello, se corrió hasta quedar parado delante del rey. La corte estaba pasmada, igual que los romanos [...]”, me dejó igual de pasmada que a la corte y a los romanos si se me permite la apreciación. Pero luego reparé en que para hacer una historia más cercana y comprensible el texto debe estar adecuado a la actualidad y el entorno del lector, por lo que al ser el escritor argentino y por supuesto no estar traducido, los giros y expresiones del texto eran absolutamente normales. Otro punto muy argentino que he notado es la gran importancia que da a la amistad entre los varones de la historia, algo que cualquiera que tenga un amigo platense conocerá sin duda. De todos modos, tras llevar unas cuantas páginas leídas, me había enganchado tanto que cualquier cosa que no fuese la misma historia era lo de menos.
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Desde hace tiempo, cuando se abre la temporada de caza, es ya usual encontrar parejas mixtas de cadáveres de chavales, ya en estado de descomposición, acompañados de una carta de la baraja de naipes. Cuando la pareja que desaparece está compuesta por la hija de la directora de Política Nacional Antidroga de los EEUU y su novio, el caso se vuelve mucho más complicado y necesaria y rápidamente debe encontrarse un culpable. La doctora forense Kay Scarpetta y el agente Marino, ambos con sus propios y gordos problemas personales y afectivos, son los encargados de sacar el proceso adelante, pese a que el mismísimo FBI les pone trabas y les entorpece el camino.

Yo, ésta es la primera novela que leo de esta autora (aunque tengo toda la colección de quiosco pendiente, y me la leeré algún día) y no puedo opinar en conjunto, pero los lectores habituales comentan que los personajes son los mismos una y otra vez en toda su obra y la mayoría lo achaca a falta de imaginación por su parte. En lo que a mí respecta, aún no me ha dado tiempo a cansarme de ellos y sus dificultades, pero si ellos lo dicen, por algo será.

Escritora de novela policíaca y de género negro, de origen español (su abuelo paterno lo era) no maneja este idioma, aunque sí domina el italiano. Antes de dedicarse a la dura tarea de escribir óperas y entretener a lectores inventando crímenes difíciles de resolver trabajó como guía turística en Roma, como redactora de textos publicitarios, como crítica literaria y también como profesora de inglés.

Sus novelas, protagonizadas por el inspector Brunetti a quien dio a luz en los 90, están traducidas a 21 idiomas, lo que hace de ella una escritora prácticamente universal. Sin embargo, en Italia es casi una desconocida pese a que vive en Venecia desde el 81; se niega a que su obra se traduzca al italiano porque, según sus propias palabras, «prefiero que en el barrio me llamen de tú, no de usted. La fama no es buena».
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Nada más ver el título me llamó la atención y me apeteció leerlo. Después de echar un vistazo a las reseñas y comentarios que sobre este libro hay en Internet se me quitaron las ganas. Sin embargo, hace poco, estando en una librería de las llamadas “de viejo”, o de libros usados (qué raro suena eso de “libros usados” como si fueran ropa vieja), lo vi por la módica cantidad de 8€, la portada y el sugerente título seguían atrayéndome como la miel a los osos y la sinopsis aumentó mi atracción, y me dije (lo que me suelo decir en estos casos, sobre todo si mi conciencia económica se ha puesto tiquismiquis) que más se perdió en la guerra, y lo añadí a la cesta. Ahora, que ya lo he leído, no me arrepiento, fue una de mis buenas intuiciones.

Se podría catalogar como libro histórico porque se basa en un personaje histórico y bucea a través de diferentes épocas, también como libro de aventuras porque los protagonistas viven muchas, asimismo como libro de terror ya que en ocasiones nos hace pasar ratos apurados de verdadero miedo, además como libro de misterio que se desvela poco a poco, y por último como libro de fantasía pues está fundamentado en una leyenda (o tal vez no...). Es un libro polifacético que reúne diversas características y por tanto difícil de clasificar en la estantería; sin embargo, puesto que toda la trama central gira en torno a la leyenda del mítico Vlad Tepes, más conocido como Drácula El Empalador, yo lo he puesto en la sección de terror y fantasía.
"Recomendar una monarquía por la prosperidad que confiere a las provincias, me parece igual a recomendar que un hombre tenga libertad para tratar a sus hijos como esclavos, siempre que trate a sus esclavos con una razonable consideración"

Por más intentos que hago por entrar en la cultura, no consigo que la cultura entre en mí. Esto, que es un fastidio en cuestiones sociales (reuniones, cenas, partidas de Trivial Pursuit, etc.) en las que debo permanecer lo más callada posible con la esperanza de ser tomada por una observadora inteligente, y a riesgo de parecer tonta, que siempre es mejor que abrir la boca y despejar las dudas, es una verdadera desgracia a nivel personal. Sin embargo, en ocasiones, como es la lectura de un buen libro de historia, este defecto es para mí una ventaja. Lo es porque, a diferencia de cualquier otra persona que haya invertido la cantidad de tiempo, esfuerzo y dinero que he derrochado yo en estudiar y leer, yo no sé nunca quién venció en qué batalla, quién mató a quién, cómo murió cada cual, o quién se casó con quién ni por qué, y por tanto disfruto del misterio hasta el final en todas las novelas de historia como si fueran de suspense.

Con ésta he disfrutado especialmente. Si alguien me la describiera someramente: relato biográfico (supuestamente autobiográfico porque está contado en primera persona), con mucho texto y descripciones, sin apenas diálogos, dispuestos a lo largo de 508 páginas de letra pequeña y apretada el primer tomo y 558 el segundo, decididamente no habría resuelto leerlo. Por suerte, la había leído hace muchos años, cuando más que leer devoraba y la lectura me aprovechaba aún menos que ahora, y sabía que me había dejado un buen regusto, por lo que decidí releerla.


En esta ocasión tenemos en el tapete un libro de viajes, un libro que habla de experiencias, un libro sobre sitios mágicos y espirituales que, con un estilo personal, fresco, desvergonzado, irónico e irreverente, se carga de un plumazo las ideas preconcebidas de algunos de los países más venerados del planeta.

Llano, como si se estuviera escuchando hablar y no leyendo al propio autor, magnífico reflejo de su carácter divertido y sarcástico y particular forma de ver la vida, este libro no es recomendable para aquellos que están dispuestos a creerse a pies juntillas lo que las guías, las revistas de viajes, las mayoristas y agencias, y los turistas que lo han visitado nos quieren contar sobre la India, Nepal, o el Tíbet: El Gran Viaje. Sí lo es, sin embargo, para quienes desean conocer con la mente abierta y sin juicios preconcebidos, reconociendo en su “viaje” lo bueno y lo malo, y aún lo peor, de cada sitio por mágica que sea su leyenda.

Feliz Navidad 2008 y próspero Año Nuevo 2009!


¡Muchísimas gracias a todos por leerme y visitar mi página!

Es ésta una estupenda y muy corta novela de ciencia ficción que fue escrita por Philip K, Dick en 1968, pero que se hizo verdaderamente famosa en 1982, curiosamente el mismo el año de la muerte del autor, cuando fue estrenada la genial película basada en ella y titulada Blade Runner, que fue dirigida por Ridley Scott.

La acción se sitúa en un tiempo futuro, con la Tierra cubierta de polvo radiactivo, residuo de una guerra nuclear que además de devastar el planeta acabó con la mayoría de animales y casi termina también con el ser humano. Los supervivientes sanos y sin taras que disponían de posibilidades económicas para permitírselo y así lo desearon emigraron a Marte y otros planetas para rehacer su vida hasta que la Tierra se regenerase o tal vez para siempre. Como la tecnología estaba ya muy avanzada, en su marcha les acompañaron toscos robots androides con la misión de realizar las tareas más pesadas en su labor colonizadora.

En esta novela la historiadora del arte Carmen Güell se arriesga a mantener la leyenda de la decimotercera duquesa de Alba y sus amoríos con el pintor Francisco de Goya. Abre la novela, en su introducción, el 22 de julio de 1802, el día de la muerte de la duquesa, y nos va contando, en primera persona, su vida desde que era una niña hasta este momento.

Una mirada muy íntima y personal sobre una mujer que, pese a tenerlo todo materialmente hablando, nunca fue feliz pues le faltó el amor ya desde su más tierna infancia. Con un padre mujeriego y despegado, y una madre fría y calculadora más preocupada por su propia diversión y encumbramiento social que por su hija, sólo su aya y su abuelo le dieron el cariño que necesitaba. Casada por conveniencia con un primo para reunir los apellidos de la Casa de Alba, intentó al menos ser su amiga sin conseguirlo. Sin descendencia, traicionada por el que fue su gran amor, y sin encontrar lo que buscaba en los amantes sustitutivos que eligió, sintiéndose sola y deprimida, decide quitarse la vida tras una experiencia traumática y ridícula, en la que siente herido su orgullo de una forma irrevocable.
Con su habitual y recurrente ironía cruel producto de las dos guerras mundiales vividas, su tendencia a elevar el sexo a categoría esencial en el comportamiento general del ser humano derivada de su afición a Freud, y su desprecio de los sistemas políticos de gobierno como buen anarquista, Huxley nos presenta de nuevo un mundo destrozado por el hombre en su incongruente afán destructivo.

En esta novela Huxley nos muestra una nueva distopía. A través del recurso de presentarnos un guión cinematográfico que supuestamente encontró alguien, nos transporta a un mundo no imaginario, si no aquí en la Tierra en el año 2108, devastado por una IIIGM y degenerado por las consecuencias funestas de ésta. Un planeta completamente devastado, sin apenas seres vivos sobrevivientes a la radiación nuclear, y dominado por seres humanos corrompidos y mutantes, mucho peores que animales salvajes, que adoran a Lucifer (con toda lógica por cierto) y viven esclavizados por la clase sacerdotal de este culto.
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Anteriormente había leído otro libro de este autor, “El caso Bourne”, del que recordaba más bien poco, excepto que me gustó, hasta que vi la película protagonizada por Matt Damon, que me encantó. Así que cuando este verano encontré este título entre las estanterías de la casa veraniega de mi tía política, me lancé de lleno a su lectura (sólo tenía una semana para leerlo y son 544 las páginas que lo conforman).
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Esto hacía tiempo que no me pasaba. Los libros que leo o me gustan o no me gustan pero rara vez me encuentro con un caso como éste en que no es ya que me guste o me disguste, es que me gusta y me disgusta. Y es muy difícil reseñar un libro que te ha dejado esa sensación porque, si bien no me arrepiento de haberlo comprado y leído, tampoco estoy segura de poder o querer recomendarlo. Así que yo os cuento lo que he sentido leyéndolo para que vosotros decidáis (lógicamente) sin tenerme en cuenta a mí ni a mis gustos y disgustos.
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De niña, en cuanto mi padre comenzaba a declamar poesía, esos poemas que recitaba de memoria, improvisando sobre la marcha y sin perder ripio cuando olvidaba alguna estrofa (siempre las mismas, qué curiosa es la memoria), corría a coger mi asiento favorito en la primera fila –esto es, en sus rodillas- o, si éste ya estaba ocupado por la primera dama de la obra de su vida –mi madre-, que nos deleitaba acompañándole a dos voces en ocasiones, me contentaba con el palco lateral derecho –en un brazo de su sillón; en el otro se colocaba mi hermano-. Mientras les escuchaba embelesada mil emociones me recorrían: lloraba y reía con las miserias y el estoicismo de El Piyayo, “un viejecillo renegro, reseco y chicuelo; la mirada de gallo pendenciero y hocico de raposo tifioso..., que pide limosna por tangos y maldice cantando fandangos gangosos...”, conjeturaba sobre las caricias imaginadas escondidas tras las frases de amor del Tenorio, vibraba con los sueños de Machado, o me divertía imaginando que era yo quien esquivaba las estocadas dialécticas de Quevedo.
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Después me refugiaba en la soledad de mi habitación con “ese” libro, un tomo muy gordo y muy gastado con las “mil mejores poesías de la lengua castellana”, a salvo de las mofas de mi hermano pequeño –una cruz difícil de portar por aquel entonces- pero, desgraciadamente, sin protección alguna frente a mi propia valoración. Allí practicaba en voz alta, pretendiendo emularles, y sintiendo, como si de una herida física se tratara, que jamás llegaría a hacerlo bien. Por más que lo intentaba no conseguía emocionarme cuando era yo quien leía poemas. Mientras él iba declamando, lágrimas osadas inundaban su mirada, a su boca asomaban pícaras sonrisas, su voz se tornaba grave o aflautada o suplicante según el carácter serio, alegre, o dramático del argumento. Yo nunca lo logré. Tal vez por eso, desde que él me falta, jamás he vuelto a abrir un libro de poesía, aunque me sigue encantando escucharla.
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Y tal vez por eso también ésta ha sido la novela que menos me ha gustado de Borrell, que en absoluto quiere decir que no me haya gustado, sino que me han gustado más las otras. Porque muchos de sus diálogos están escritos en verso y, en mi torpe intento de declamar con ritmo, de sorprender la belleza de la rima, me pierdo en el proceso desvinculándome de la historia.
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Juan Martorell nos cuenta una historia sobre la antigua civilización maya. Para traérnosla se sirve de Nicole Pascal, un personaje que al parecer ya le rindió buenos beneficios en una novela anterior, Satanael, que desconozco. Al estilo de otras muchas novelas de este tipo fluctúa intermitentemente entre el pasado, allá por el año 600 de nuestra era, y la actualidad.
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Realmente es poco lo que se puede decir de esta novela, más bien mala y pobre, y al mismo tiempo sería mucho lo que se podría comentar al respecto de ella. Está como traída por los pelos, basándose en un pequeño incidente histórico que ocurrió en fecha cercana al 173 d.C., y atribuyéndole una explicación como milagro cristiano: un fuego cayó del cielo ocasionando la derrota de los bárbaros y permitiendo la salvación de una legión romana, al parecer porque había cristianos entre sus filas.
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Es una novela de estilo epistolar pequeña, y sin embargo muy grande en contenido y forma, como todo lo que he leído de este autor. Su sentido del humor, un poco descabellado e irreverente, a veces me descoloca y no siempre me llega; hay novelas suyas que no me han llenado del todo; y, sin embargo, nunca he sentido la necesidad de dejar de leer alguna de sus obras.
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Ambientada en la época de la guerra fría, la novela comienza con la deserción de un alto cargo del KGB de la Unión Soviética que solicita asilo norteamericano a Michael Nordstrom, un agente de la CIA, a cambio de proporcionar información a E.E.U.U. Este desertor ama a Rusia y su traición no es debida a deslealtad por su parte sino a que su vida y la de su familia estaban amenazadas. Por este motivo les da a los americanos la información que les ha prometido con cuentagotas y muchas reticencias, hasta el punto de que éstos, al vislumbrar que se trata de algo importante, se ven obligados a investigar sobre lo poco que les dice para intentar desvelar el misterio.
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“La locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca.”
Enrique Heine.

Mi novela favorita, o la que lo ha sido siempre, que ahora, con tanto leído a las espaldas, uno ya no sabe qué pensar. Lo cierto es que lo leí hace muchos, muchos años, pero por retos que no quede, y si hay que hacerlo, se hace.
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Con esta novela, "La ciudad de las bestias", comienza esta trilogía escrita por Isabel Allende y dedicada fundamentalmente a un público joven pero no por ello desdeñable para cualquier tipo de lector.
Es ésta su primera incursión en el género fantástico de aventuras como tal (ya "La casa de los espíritus" tenía algo de novela fantástica perteneciendo al género costumbrista).
En colaboración con la organización ecologista Greenpeace y con el grupo editorial Random House Mondadori en el proyecto "Libros Amigos de los Bosques", todas las ediciones están realizadas con papel reciclado y su temática predispone al amor y el respeto a la naturaleza y entre las criaturas del planeta.
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“Londres, 1817. Tras la derrota de Napoleón, la paz vuelve a reinar en Europa. Charles y Mélanie Fraser, que se conocieron en la guerra de Independencia española, han cambiado sus aventuras bélicas por la elegante aristocracia británica. Sin embargo, la muerte de Francisco Soro, un antiguo compañero de armas, les pone sobre la pista de una misteriosa sociedad llamada la Liga de Elsinore. Las últimas palabras de éste relacionan a la Liga con el padre de Charles, a cuya boda con la joven Honoria Talbot acude la pareja. Todos se verán involucrados al aparecer asesinada la novia...”

Este texto citado arriba está extraído de la contraportada del libro y describe muy bien, sin desvelar más de lo necesario, la trama argumental de la novela. Una novela ésta que ha sido clasificada en algunos establecimientos como histórica. Yo diría, y como ésta es mi reseña lo digo, que se trata de una novela de misterio e intriga, de aventuras, romántica, tal vez un poco de cada, o un poco de todo menos histórica lo que se dice histórica; aunque está ambientada en un período histórico concreto y se basa, para dar sentido a las habilidades y conocidos de los protagonistas, en un hecho histórico determinado.
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Novela corta de fácil lectura que, en líneas generales, ayuda a pasar un rato entretenido. La autora nos cuenta, en primera persona en el prólogo, que es solicitada su presencia para examinar un manuscrito, dividido en tres cuadernos, del primer tercio del siglo XVIII encontrado entre los artículos de la herencia de una descendiente de un pintor de bodegones, y que, una vez autenticado, lo tradujo y adaptó para imprimirlo como novela. Ya comenzada la lectura de la historia en sí, es el propio protagonista el que, como pinceladas de sus recuerdos, desde sus setenta y un años de edad y al borde de la muerte, narra sus avatares de cuando era apenas un crío desde que descubre su afición a la pintura, pasando por cuando consigue un puesto como discípulo del maestro pintor Rembrandt, hasta la muerte de éste, también en primera persona.
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No sé por qué se me había metido en la cabeza que era ésta una autora de novelas románticas; es decir, de ésas que, adornadas con toques de otras temáticas algunas y otras prescindiendo de ellos, se centran en la acción amorosa y amatoria de dos o más personas (normalmente más de dos para crear intrigantes triángulos). Y quizá sea así, la verdad es que no lo sé porque creo que no he leído ninguna otra novela de ella y por los títulos no soy capaz de discernir si lo es o no. El caso es que ésta no lo es, romántica a secas, quiero decir.
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Cuando escojo un libro de ciencia ficción espero de él que sea lo más alucinante y sorprendente posible siempre que respete, eso sí, las normas y reglas básicas de la ciencia, porque si no es así prefiero escogerlo de literatura fantástica a los que no les pido ninguna rigurosidad. Es decir, que además de entretenerme quiero aprender algo y poder sacar mis propias conclusiones sobre lo que he leído: si sería beneficioso para el planeta o los seres vivos implicados en una investigación, si es o no ético, si yo lo haría o permitiría, si la humanidad sería capaz de utilizar algunas técnicas científicas modernas...
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Nunca había leído ninguna obra de este autor, no porque fuera un reto ni nada por el estilo sino porque siempre me ha parecido poco verosímil lo prolífico que resulta este hombre escribiendo. Así que estaba el otro día en el supermercado, como de costumbre echando un vistazo a la sección de libros, cuando, entre otros, vi esta novelilla que me pareció suficientemente corta, por si no me gustaba, y suficientemente barata (5€) por el mismo motivo, y me decidí a añadirla a la pila que ya levaba en el carrito de ejemplares en ediciones de bolsillo.
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Ahora mismo no recuerdo qué otras obras habré leído de este escritor, ni si he leído alguna, que a lo mejor ésta es la primera, con mi memoria nunca se sabe. Así que no puedo comparar su "evolución" como autor ni la mía como lector. Pero como Cortázar expresó maravillosamente en un artículo, yo soy de esos "realmente idiotas" que se emocionan con dos de uvas, para bien o para mal, así que puedo decir sin temor a sonrojarme -pues me siento orgulloso de pertenecer a la misma clasificación en la que se incluía el gran Julio- que me ha encantado este libro que he comenzado y terminado en un día; no porque sea corto, que no lo es, sino porque engancha de tal manera que no puedes dejarlo como si de un imán se tratara y tú fueras un simple objeto sin voluntad y hecho con sustancia férrica.
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Acabo de terminar esta novelilla corta, incrustada entre la lectura de otras dos obras algo más farragosas, a la vez que más interesantes también. Debo ser masoquista, o sufrir falta de memoria, en lo que a esta autora se refiere porque siempre que termino una novela suya me queda un regustillo a novela pobre en argumento, con trama infantil, repetitiva en estructura, con personajes flojos y arquetípicos y finales apresurados, y sin embargo continúo picando. De todas las que tiene publicadas ya sólo me quedan tres por leer ("Peregrinatio", "Todo bajo el cielo" y "Tierra firme") y, visto lo visto, me atrevo asegurar que las leeré.
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Fantástica novela de este genial escritor que narra, se podría decir casi de forma épica, y tampoco en esta ocasión exenta de humor, la odisea de nueve mujeres que huyen de los cartagineses en busca de la mítica ciudad de Hemeroscopio y su libertad, guiadas por su instinto de supervivencia y por una misteriosa profecía, seis siglos antes de Cristo. En esta aventura participan cuatro griegas, una cartaginesa, una licia, dos íberas y una mujer de una raza extraña y endémica de una zona de la costa del actual Levante español. Entre ellas y desde el principio surgen una auténtica solidaridad y una inevitable rivalidad. Se embarcan, fortuitamente unidas por un azar del destino, en un alucinante viaje, desde la isla de Ibiza y a lo largo de la costa levantina, surcado de peligros, amenazas, persecuciones, sufrimientos, alegrías, acuerdos y disensiones, y lucha por la supervivencia y la unidad del grupo, armadas únicamente con una espada y una barquita mixta de remo y vela, sus pocos conocimientos, su valor, su afán de superación y su astucia.
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Para comenzar diré que son dos estupendos libros, entretenidos, divertidos y con los que se aprende además de pasar excelentes ratos. Cada vez me gusta más este autor, lástima que tenga tan pocas novelas publicadas en castellano, y que no se me de bien el valenciano, porque ya sólo me quedan dos por leer.
Cada una de estas novelas cuenta una historia independiente y con final propio aunque protagonizadas por un mismo actor, Diomedes de Atenas, y ambas son las únicas que ha dedicado a este personaje, que es por lo que las reseño juntas.
Los 36 hombres justos. La profecía se cumple: el fin del mundo se acerca, de Sam Bourne

Esta novela está basada en una leyenda de la tradición judaica que cuenta que el mundo está sostenido por 36 hombres justos que impiden que Dios nos envíe el fin del mundo, tal como acordó con el profeta cuando le solicitó que no destruyera el mundo si él encontraba tan sólo 10 hombres justos. Estos 36 hombres son personas desconocidas que intentan pasar desapercibidas y que sus buenas obras sean completamente anónimas, no son santos, incluso se camuflan como auténticos pecadores, y no se conocen entre ellos. Son 36 en cada generación y uno de ellos podría ser el Mesías si la humanidad lo mereciera, sino se pierde la oportunidad hasta la siguiente generación. Sólo un sabio, un profeta en cada generación conoce la identidad de estos 36 hombres y dedica su vida a protegerles y ampararles si lo encuentra necesario.
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La autora, novelista irlandesa que nació en el siglo XIX y sobrevivió hasta el XX, vivió algunos años en España adquiriendo de ese modo sus amplios conocimientos sobre la realidad e historia españolas.Este libro que reseño versa sobre Ana de Mendoza y de la Cerda, condesa de Mélito, duquesa de Pastrana y princesa de Éboli, título este último que nunca le agradó por ser extranjero y considerarlo ridículo ya que en España príncipes y princesas sólo podían ser miembros de la familia real.
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Casi no merece la pena reseñarlo, y si lo hago es por no perder la buena costumbre que he adquirido y que me sirve fundamentalmente para recordar las tramas de los libros que he leído y no comprármelos de nuevo (cosa que sucedía, lamentablemente, con demasiada frecuencia).
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Al comenzar a leer este libro tuve un curioso déjà-vu, al principio, porque lo cierto es que pensé si no sería en cierto modo un plagio de uno de mis libros favoritos: “Los renglones torcidos de Dios”, de Torcuato Luca de Tena. Es lo que tienen los favoritos, que el beneficio de la duda siempre les favorece de primeras.
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Testiculum habet et bene pendebant” “Duos habet et bene pendentes”

Según cuenta la leyenda, la usurpación del trono terrenal de Pedro por parte de una mujer obligó en sucesivas ocasiones, con el fin de impedir semejante ultraje impostor en lo venidero, a comprobar mediante un tacto testicular que el sexo del elegido se correspondía con tan alto honor. Para ello, y según la fábula, se utilizaba una silla perforada, como las antiguas sillas romanas de los baños que quizá utilizaran los papas en su descanso, que permitía la curiosa exploración. Las dos frases (no sé cuál será correcta, o si lo será alguna de las dos, lamentablemente tengo en desuso mis conocimientos de latín) que abren este artículo están relacionadas con esta famosa silla.
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