Jorge Ferraro está convencido de que, para captar la esencia de un personaje en toda su plenitud, hay que seguir su desarrollo evolutivo desde niño. Así, de su mano vamos acompañando a este increíble pintor de vida audaz desde su más tierna infancia.
¿Fue Paul Gauguin un provocador, un loco o un genio? ¿Fue un vividor egoísta o un incomprendido? ¿Tuvo mala suerte o lo que cosechó? ¿Se puede considerar mala suerte a vivir pasando penalidades por decidir dedicar tu vida a tu pasión y ser recordado por ello en la Historia?
Después de leer la novela puedo decir que “conozco” a Paul, cómo fue, cómo vivió, por lo que pasó, qué le hizo feliz y qué y quiénes le hicieron sufrir, y también a quiénes hizo sufrir él, a quién amó, y quién le amó.
Diferentes países, distintas profesiones, diversos amores y amoríos, experiencias increíbles, triunfos y decepciones, éxito y amargura, riqueza y pobreza componen el cuadro de su vida que, pincelada tras pincelada, nos va mostrando Ferraro.
Como suele suceder con los personajes de Ferraro, al ser tan intensos, tan reales, con virtudes y defectos tan comunes, algunos te caen bien, a unos les comprendes y con otros te identificas. Porque consigue que por momentos creas que estás dentro de la historia, escuchando sus conversaciones, admirando sus obras, mirando como por una rendija sus momentos más íntimos. Leer más...
¿Fue Paul Gauguin un provocador, un loco o un genio? ¿Fue un vividor egoísta o un incomprendido? ¿Tuvo mala suerte o lo que cosechó? ¿Se puede considerar mala suerte a vivir pasando penalidades por decidir dedicar tu vida a tu pasión y ser recordado por ello en la Historia?
Después de leer la novela puedo decir que “conozco” a Paul, cómo fue, cómo vivió, por lo que pasó, qué le hizo feliz y qué y quiénes le hicieron sufrir, y también a quiénes hizo sufrir él, a quién amó, y quién le amó.
Diferentes países, distintas profesiones, diversos amores y amoríos, experiencias increíbles, triunfos y decepciones, éxito y amargura, riqueza y pobreza componen el cuadro de su vida que, pincelada tras pincelada, nos va mostrando Ferraro.
Como suele suceder con los personajes de Ferraro, al ser tan intensos, tan reales, con virtudes y defectos tan comunes, algunos te caen bien, a unos les comprendes y con otros te identificas. Porque consigue que por momentos creas que estás dentro de la historia, escuchando sus conversaciones, admirando sus obras, mirando como por una rendija sus momentos más íntimos. Leer más...

Escogí “Qumràm” porque siempre me ha llamado mucho la atención el tema de los manuscritos del Mar Muerto; en realidad, todo lo referente a las diferentes religiones, mitos y leyendas que el hombre ha inventado para poder soportar la certeza de su muerte y para dar sentido a aquello que teme, me han interesado siempre. El supuesto ocultismo que se achaca a la Iglesia Católica (que adquiere sentido dado su inmenso poder a lo largo de la historia y el hecho de continuar en la brecha tras incontables atrocidades) para con los temas que puedan hacer peligrar su hegemonía, aumenta mi interés.





El autor de esta novela es Paul Doherty, aunque ésta concretamente aparece firmada bajo el seudónimo de “Michael Clynes”, uno de los varios que ha utilizado a lo largo de su carrera como escritor como, Paul Harding, C. L. Grace, Ann Dukthas y Anna Apostolou. Estudió durante tres años para dedicarse al sacerdocio católico, pero al final se decidió por historia y se dedicó a la enseñanza y la literatura.
Paradójicamente, La sombra del Faraón echa luz sobre un ciclo caracterizado por la ausencia de información. Se trata de acontecimientos y pormenores del antiguo Egipto que, aunque en su momento fueron registrados, más adelante los mismos protagonistas se ocuparon de borrar.

Esta vez no ha sido mi tendencia masoquista a seguir comprando libros de esta escritora, que no termina de convencerme, la que me ha llevado a leer esta novela, sino que me la han traído los Reyes en casa de mamá. Nada más abrir el paquete y ver el título, mientras emitía los esperados gestos y comentarios de complacencia y agradecimiento, me encontré pensando que mira tú por dónde al final sí que me iba a leer otro libro suyo.





















Novela corta de fácil lectura que, en líneas generales, ayuda a pasar un rato entretenido. La autora nos cuenta, en primera persona en el prólogo, que es solicitada su presencia para examinar un manuscrito, dividido en tres cuadernos, del primer tercio del siglo XVIII encontrado entre los artículos de la herencia de una descendiente de un pintor de bodegones, y que, una vez autenticado, lo tradujo y adaptó para imprimirlo como novela. Ya comenzada la lectura de la historia en sí, es el propio protagonista el que, como pinceladas de sus recuerdos, desde sus setenta y un años de edad y al borde de la muerte, narra sus avatares de cuando era apenas un crío desde que descubre su afición a la pintura, pasando por cuando consigue un puesto como discípulo del maestro pintor Rembrandt, hasta la muerte de éste, también en primera persona.
No sé por qué se me había metido en la cabeza que era ésta una autora de novelas románticas; es decir, de ésas que, adornadas con toques de otras temáticas algunas y otras prescindiendo de ellos, se centran en la acción amorosa y amatoria de dos o más personas (normalmente más de dos para crear intrigantes triángulos). Y quizá sea así, la verdad es que no lo sé porque creo que no he leído ninguna otra novela de ella y por los títulos no soy capaz de discernir si lo es o no. El caso es que ésta no lo es, romántica a secas, quiero decir.







La autora, novelista irlandesa que nació en el siglo XIX y sobrevivió hasta el XX, vivió algunos años en España adquiriendo de ese modo sus amplios conocimientos sobre la realidad e historia españolas.Este libro que reseño versa sobre Ana de Mendoza y de la Cerda, condesa de Mélito, duquesa de Pastrana y princesa de Éboli, título este último que nunca le agradó por ser extranjero y considerarlo ridículo ya que en España príncipes y princesas sólo podían ser miembros de la familia real.
Casi no merece la pena reseñarlo, y si lo hago es por no perder la buena costumbre que he adquirido y que me sirve fundamentalmente para recordar las tramas de los libros que he leído y no comprármelos de nuevo (cosa que sucedía, lamentablemente, con demasiada frecuencia).
Al comenzar a leer este libro tuve un curioso déjà-vu, al principio, porque lo cierto es que pensé si no sería en cierto modo un plagio de uno de mis libros favoritos: “Los renglones torcidos de Dios”, de Torcuato Luca de Tena. Es lo que tienen los favoritos, que el beneficio de la duda siempre les favorece de primeras.